
La hiperhidrosis es una condición caracterizada por sudoración excesiva que excede las necesidades termorreguladoras del cuerpo. Este trastorno afecta aproximadamente al 3% de la población y puede clasificarse en dos tipos principales: la hiperhidrosis primaria focal y la secundaria generalizada. La hiperhidrosis primaria, de causa desconocida, suele afectar áreas localizadas como axilas, palmas, plantas y rostro. La secundaria, por otro lado, está relacionada con condiciones médicas como infecciones, trastornos endocrinos y uso de ciertos medicamentos y puede producirse en diversas partes del cuerpo.
El impacto de la hiperhidrosis en la calidad de vida es significativo, afectando actividades cotidianas, la interacción social e incluso el desempeño laboral. Las personas con hiperhidrosis pueden experimentar incomodidad, vergüenza y ansiedad debido a la sudoración incontrolable, lo que a menudo conlleva a evitar actividades sociales y deportivas.
El tratamiento de la hiperhidrosis depende de su gravedad y localización. Entre las opciones iniciales se incluyen antitranspirantes de alta potencia que contienen cloruro de aluminio y medicamentos anticolinérgicos que reducen la actividad de las glándulas sudoríparas. Para casos más resistentes, la toxina botulínica (Botox) es una opción efectiva, especialmente en las axilas y las palmas, ya que bloquea temporalmente los nervios responsables de la sudoración. Otra opción es la iontoforesis, utilizada para tratar hiperhidrosis en manos y pies mediante el paso de corriente eléctrica de baja intensidad.
En casos severos y refractarios a los tratamientos conservadores, se considera la simpatectomía, un procedimiento quirúrgico que interrumpe los nervios simpáticos responsables de la sudoración en ciertas áreas. A pesar de los avances en el manejo de la hiperhidrosis, el diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado son esenciales para mejorar la calidad de vida de quienes padecen esta condición.