
La fisura anal crónica es una pequeña ruptura en el revestimiento del ano que causa dolor intenso, sangrado y molestias al evacuar. A diferencia de las fisuras agudas, que suelen sanar en semanas, las fisuras crónicas persisten por más de seis semanas y tienen bordes endurecidos o un pequeño crecimiento, conocido como «hemorroide sentinela», lo que complica su cicatrización. Para tratarlas, es fundamental seguir una secuencia terapéutica que permita la sanación progresiva y minimice el riesgo de recurrencia.
El primer escalón en el tratamiento consiste en medidas conservadoras: se aconseja una dieta rica en fibra, buena hidratación y el uso de ablandadores de heces para reducir el esfuerzo al defecar, aliviando la presión sobre la fisura. También se recomiendan baños de asiento con agua tibia para relajar el esfínter anal y promover la circulación en la zona afectada.
Si estas medidas no logran aliviar los síntomas, el siguiente paso es el uso de medicamentos tópicos. Los ungüentos con nitroglicerina o antagonistas del calcio ayudan a relajar el músculo esfinteriano, reduciendo el dolor y promoviendo la cicatrización. En algunos casos, el médico puede recomendar toxina botulínica, la cual se inyecta directamente en el esfínter anal para inducir su relajación.
Finalmente, si los tratamientos conservadores y medicamentosos no logran una mejoría significativa, se recurre a la intervención quirúrgica. La esfinterotomía lateral interna es el procedimiento quirúrgico más común, en el que se realiza un pequeño corte en el esfínter anal interno para disminuir la presión y favorecer la cicatrización.
La elección de cada escalón depende de la severidad de los síntomas y de la respuesta del paciente a tratamientos previos. La escalada de terapias permite abordar la fisura anal crónica de manera progresiva y efectiva, minimizando las complicaciones y buscando siempre la resolución total del dolor y las molestias.